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Cultura

Historia de la autoatención
septiembre 7, 2020
Autoatención

Hoy en día parece impensable un mundo sin dispositivos de autoatención ni cajeros automáticos para disponer de nuestro efectivo en cualquier momento. Sin embargo, no siempre fue así, por lo cual es interesante remitirnos a la interesante historia de cómo estos imprescindibles artefactos se desarrollaron.

Máquinas expendedoras

La idea de la autoatención no es tan reciente como imaginamos. Se dice que la primera máquina expendedora del mundo se diseñó en el antiguo Egipto por Herón de Alejandría. Su utilidad era la de dispensar agua bendita a cambio de algunas monedas a las afueras de los templos. Este dispositivo, aunque rudimentario, cumplía con su cometido: atender a los feligreses y generar ganancias sin necesidad de mediadores en el proceso.

Sin embargo, el verdadero desarrollo de estos mecanismos inició muchos siglos más tarde, durante la Revolución Industrial. Diversas fuentes señalan que en 1880 se instaló en Londres la primera máquina expendedora de tarjetas postales. Después de algunos años de tomar relevancia en Europa, en 1888 la empresa Thomas Adams Gum Company colocó una máquina de chicles en el metro de Nueva York.

Restaurantes a la vanguardia

Asimismo, en 1895 en Berlín se inauguró Quisisana, el primer restaurante automático en el mundo en ofrecer sus platillos a través de dispositivos de autoatención. Esta idea tan innovadora para su época se replicó en 1902 en Estados Unidos con la apertura del Automat, restaurante de comida rápida que permanecería en funcionamiento hasta 1962. De manera que la evolución en el servicio de ventas y atención al cliente siguió extendiéndose con el cada vez más popular uso de máquinas expendedoras de dulces, cigarros, gaseosas, café y hasta perfume durante las primeras tres décadas del siglo XX.

Cajeros automáticos

Casi una década después aparecería el primer cajero automático del cual se tiene conocimiento en occidente. Tal aparato se desarrolló en 1939 por el armenio Luther George Simjian. Este personaje, quien después de emigrar a Nueva York dedicaría su vida a la invención de artefactos tecnológicos, registró la patente de alrededor de 20 prototipos para emitir dinero en efectivo y logró aliarse con Citicorp para llevar a cabo su implementación. No obstante, pese a las pruebas realizadas y al hecho de que se instaló un cajero automático, o Bankmatic, este no tuvo éxito. Curiosamente, tal fracaso no se debió a problemas con el funcionamiento del dispositivo, sino a la falta de demanda; por lo cual se le considera un adelantado a su época.

Después de este primer dispositivo de autoatención llegó la guerra y con ello los intentos por construir un artefacto de este tipo se detuvieron hasta finalizados los conflictos. El desarrollo de este cajero ocurre en el marco de una anécdota cotidiana, pues en una ocasión en la que John Shepherd-Barron viajó a la ciudad para cambiar un cheque, encontró la sucursal cerrada y no pudo realizar su transacción. Fastidiado por la situación, empieza a idear que, como las máquinas expendedoras de dulces que ya existían en esa época, se debería crear un mecanismo similar para poder intercambiar sus cheques por dinero a cualquier hora del día. Sería en julio de 1967 que se instala el primer cajero automático exitoso en Londres, cuyo creador fue John Shepherd-Barron, quien pudo financiar su proyecto y comercializarlo con ayuda de la compañía De La Rue.

Seguridad en las transacciones

Este cajero fue una implementación innovadora en cuanto a sus mecanismos de seguridad, ya que se emitían cheques por 10 libras impregnados con carbono 14. Estos debían solicitarse por el usuario de forma previa en el banco y el monto era descontado de su cuenta en ese momento. No obstante, se pensó que por mayor seguridad debía contarse con una contraseña numérica que pudiera ser recordada. Por lo cual su esposa Caroline Shepherd-Barron propuso que ésta fuera de cuatro dígitos, creando lo que hasta hoy día se conoce como PIN (Personal Identification Number) y que se convirtió en un estándar a nivel mundial.

Cinco meses después, esta implementación fue replicada en Zurich, siendo la tercera ciudad en instalar un cajero de este tipo. Durante la próxima década se incluyeron mejoras, ya que estos primeros prototipos solo eran aptos para utilizarse por un limitado número de usuarios. Pronto cayó en desuso la autenticación radioactiva y con el desarrollo de componentes electrónicos a partir de 1985 aparecieron las tarjetas bancarias. Asimismo, este proceso pudo modernizarse debido al acceso a la conexión a redes, avance al que debemos la comodidad y los beneficios de la atención automatizada en nuestra vida actual.

¿Y tú cómo imaginas que sería nuestra vida sin estos útiles dispositivos?

¿Es de utilidad para ti esta información?
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